domingo, 6 de marzo de 2011

Cerezas y Abcedarios.

Éranse dos pantalones abstemios sin esperanza alguna, con las perneras de pana rota y manchados de sorbete de cereza. Mezcla de pantalones de campana y pitillo, imaginan sangre en vez de sorbete e historias previas de acción a la pana rota. Un híbrido de lino y tela vaquera que escurren tinta roja de cereza sanguina. La propietaria de esos pantalones siempre se restregaba las manos en ellos después de hacer sus famosos pasteles de crema y nata montada. Nata montada mezclada con ponzoña, de esa que da risa mientras te mata. Quizá la portadora se aburre de su vida o quizá no. Quizá esta chica no lleva pantalones ni hace pasteles de nata montada y crema y es todo producto de tu imaginación. ¡Vacío existencial, suicidio colectivo! Coma masivo producto del alcohol etílico en mis pantalones abstemios, ¡córtame las venas y déjame vivir en paz, sorbete de cereza! 
¿Qué no haría Jesucristo?*
Graffitis de cereza. 
¡Cuántos pantalones desean ser corrompidos y qué pocos los elegidos!* 
¡Elegid mis pantalones llenos de sangre dentro de una fila de niños a punto de entrar a clase y sabréis por qué la maestra está borracha! ¡Elegid mis pantalones escritos en tinta de cereza y habrá pizza en la cafetería! ¡Elegid mis pantalones entre la fila india que va al cuarto oscuro del local y os daré un trozo de pastel con nata!


Venga, yo, la portadora, os incito a que escuchéis mi historia con canela, pero esperad, juguemos primero a relamer los dientes y quedarnos con el regusto amargo o dulce de esta breve y asquerosa introducción. Quizás tras esta dulce y asquerosa introducción necesitemos algo de sal y de pimienta para hacerla más picante. ¿Quién se atreve a echarle mano a las especias? Mientras se decide el valiente, mientras esperamos a que alguien de un paso adelante y cruce el paso de cebra sin mirar, dejaremos la introducción de lado y nos centraremos en deshacer el nudo de marinero que tengo en el cinturón. 



Yo he sido la 16 en todo; me explico, si la A es el 1 y la Z es el 27… he sido pretenciosa, prostituta, periodista, paleta, pornstar, policía y ahora soy panadera… Soy lo que soy y soy dulce, como un pastel “Lestour” Francés con cinco pisos de canela y nata, y agria… bueno, agria como una puta que en sus asesinatos les arranca los miembros viriles a sus respectivas víctimas. Yo, en cambio, nunca he sido un número, he sido siempre aire, humo, gratis. Una cerilla a medio devorar, un pastel francés a punto de extinguirse, arsénico en sacos de harina, metálica como un beso a un espejo. Como un lengüetazo a la puerta del horno. 



Recuerdo cuando acabó el 15 y empezó el 16. 



Olvido sólo otros olvidos; cómo comenzó la P y olvidé la O. No sé, creo que todo oscureció a orden de nimiedades, ejemplo, antes era organizada y ahora soy un puto desorden. Da igual, siempre me quedaron las ancas de rana con salsa de mandarina criogenizada. La P comenzó con un “pero”, y la O se olvidó con el olvido. La R comenzó con una risa que derivó en la Sonrisa de aquél Tartamudo Unido enfermizamente a la Luna Venus que Watson no pudo pisar, pues no llevaba su Xilófono, sin el cual hacía Ya tiempo no se calzaba los Zapatos. A menudo veo sombras en la Pared. Entonces derramo sal por el hombro izquierdo, escupo y pisoteo el encerado. Puertorriqueña, por supuesto. 



El pelo negro me llega hasta las rodillas, pelo Pantene. 
El titular de hoy dice: “El asesino del abecedario vuelve a actuar”. 

El periódico dice que una pastelera ha sido asesinada y encontrada sin pantalones en ninguna parte, entre la A y la Z.