sábado, 9 de abril de 2011

Iris.

Érase dos veces dos hombres con destinos diferentes. Un destino aéreo y uno terrenal.  Uno de nubes y uno de plantas. Estaban Marcos y Luis en una playa de arena negra fumando en papel de periódico lavanda. Luis, perdido entre las nubes, contemplaba la luna en el reflejo de las gafas de Marcos. Marcos, escondido entre las flores, se bañaba en los rayos de sol que suspiraban en el té de Luis.

Así, azul y verde murieron mecidos por el olor a caracoles secos de la espuma del mar Rojo y negro.
A la vez, Marcos se levantó de un salto, se acercó a la orilla del mar azul y Blanco y caminó  sobre las aguas de un mar verde que lo engulló con sus fauces moradas.
Luis, sin quitar la mirada de la luna que sonreía en las gafas de Marcos, cavó en la arena negra una  oquedad, se introdujo en ella boca arriba y dijo: “Marcos, entiérrame con la picha por fuera pa’ que se la coma un dragón de este mar sin color.”


Clara.

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