domingo, 17 de abril de 2011

Totó.

La llama azul quema más que la roja, digas lo que digas, y es galleta María no Digestive. Siempre que el señor calcetín a rayas alcahuetea acerca de esto sale irremediablemente despedido hacia el más acá. Y siempre acabamos igual esta conversación, tú respirando aminas y yo respirándote a ti.
Cierto es que al caer el peludo sol de primavera todos parecen encontrar algo con una idiosincrásica relativamente similar a la de estos. Todos menos yo, que sigo comiendo hierba en los amaneceres de las lunas de inviernos podridos. Inviernos en los que los que los abstractos árboles atraen hacia sí edredones manchados de la corrida de Jesucristo García, cuya fresa regurgita litros y litros de nata montada lista para cualquiera dispuesto a agriarse la boca. Cómo nos gusta el sabor a cocaína inocua en aguas estancadas y cómo nos gusta rizarnos el pelo con un plátano maduro conectado a la corriente.
Se nos considera locos salidos del Medievo y anclados en un movimiento casi tan opaco como eres tú. O como lo son mis medias tupidas en las que embuto mi culo de chocolate blanco para lamer la madera en un ejercicio de suelo metropolitano los jueves de margaritas.
Las baras varas localizadas en estos recónditos recobecos recovecos en los que subsistimos suelen ser ciertamente inútiles para lleva a cabo nuestra ardua epopeya. Esto sólo es válido si consideras que mi culo de pito es un recóndito recoveco, y en vistas de tu ignorancia en temas de lápices y frases secretamente interrelacionadas, voy a poner a esto un punto y final. 


Leo y Sabina.

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